Fuego de Ángeles

domingo, agosto 29, 2004

Huellas...

Ginebra hacía tiempo que pensaba cómo malgastar su escaso buen humor. Pero como nada venía a su mente, hacia la nada trató de dirigirse. Camino perdida, pateando cuanta sonrisa se encontrara en su camino, y dejó huellas en la escalera de la entrada al túnel. Huellas de rabia, de tormento. No podía con su genio. Ya no toleraba las comparaciones y deducciones que hacían con su nombre, y sentenció para sí misma la soledad. Pero como nada en este mundo estaba en manos de los deseos, Ginebra tocó tierra con sus uñas y mordió la presencia de otro ser. Justo ella que buscaba estar sola, lo más alejada del gentío y las risas en la forma que fuera posible, justa ella, se venía a meter en un rincón oscuro, húmedo y en apariencia perfecto para su soledad, habitado. Como ya no tenía nada que perder, siguió en la búsqueda de una esquina donde recostarse. Y ahí la vió.