Fuego de Ángeles

domingo, agosto 29, 2004

Huellas...

Ginebra hacía tiempo que pensaba cómo malgastar su escaso buen humor. Pero como nada venía a su mente, hacia la nada trató de dirigirse. Camino perdida, pateando cuanta sonrisa se encontrara en su camino, y dejó huellas en la escalera de la entrada al túnel. Huellas de rabia, de tormento. No podía con su genio. Ya no toleraba las comparaciones y deducciones que hacían con su nombre, y sentenció para sí misma la soledad. Pero como nada en este mundo estaba en manos de los deseos, Ginebra tocó tierra con sus uñas y mordió la presencia de otro ser. Justo ella que buscaba estar sola, lo más alejada del gentío y las risas en la forma que fuera posible, justa ella, se venía a meter en un rincón oscuro, húmedo y en apariencia perfecto para su soledad, habitado. Como ya no tenía nada que perder, siguió en la búsqueda de una esquina donde recostarse. Y ahí la vió.

viernes, agosto 27, 2004

Mariposeando...

Caída en una página del primer túnel, un silencio se vió en las paredes... (el sonido también lo acompañaba, justo como el trueno de paciente tormenta, a punto de caer bajo la tierra). Ahogándome en mi acomplejadas inercias, busqué en mi mente por algo parecido, y sólo afloró el recuerdo de la textura del barro de noches pasadas...

El resplandor extraño me llevó a caminar entre los rieles, saludándome con las arañas que aparecían colgadas de la inocente arcada llena de electrificados finales. Me miraban curiosas, mientras mi paso movía piedras, y el retumbado eco empezaba a envolverme...
Esa noche... Si. (Algo había en el túnel).